Esta no es una columna, es una carta amor

Durante la audiencia especial de revisión de medidas, realizada en el Centro Judicial Integrado de Santa Tecla, vimos reaparecer a Alejandro Henríquez, detenido desde mayo por liderar una protesta pacífica cerca de la residencia presidencial.

Por Girasol Silvestre 

En cada fotografía de Alejandro hay una luz que no se apaga. Una sonrisa tierna, cálida, cargada de humanidad, incluso tras meses desde su encierro. Esos gestos hablan de una parte suya convencida de haber hecho lo correcto: defender la vida, la tierra y a la gente empobrecida de este país.

Sostiene la esperanza y la certeza de estar del lado de lo justo.

Hoy, con voz firme, lo repite en su declaración: “Aquí seguimos”.

Su cuerpo se ve más delgado, más frágil, pero su espíritu no se quiebra.

A su lado, José Ángel Pérez, quien enfrenta el mismo castigo: una prisión injusta que persigue la conciencia y premia el silencio.

La jueza negó las medidas sustitutivas, rechazando  los arraigos presentados por la defensa.

Una vez más, el sistema se protege a sí mismo y castiga a quienes se atreven a cuestionar su violencia estructural.

Pero afuera, en las calles, otras personas que aman la vida gritan por su libertad: el dolor se hace canto, el miedo se vuelve abrazo, la impotencia se transforma en acción.

Cada persona presente frente al juzgado es una afirmación de vida ante el autoritarismo que promulga odio y  busca dividir. 

Porque el amor a la tierra también es amor a la libertad.

Y el amor a la libertad nace de lo más humano en nosotres: esa parte compasiva, sabia y valiente que no necesita permiso para cuidar y amar la vida.

Las voces seguirán multiplicándose —como dijo Berta Cáceres—, y regresaremos siendo millones, hasta que Alejandro y José Ángel vuelvan a abrazar a sus comunidades.

Hasta que cada persona que hoy sufre encuentre descanso en la certeza de que nada se pierde cuando se lucha desde el amor.

Hoy, el poder negó justicia, pero la justicia sigue viva en quienes no se rinden.

Aquí seguimos. Hasta su libertad.