Para muchxs escuchar que la Universidad de El Salvador ha muerto puede significar una aberración, lo cierto es que desde mi perspectiva ya se desvaneció. Pero como dice la trillada frase: solo muere quién se olvida.
Por: Keyla Cáceres
El actual Gobierno ha intentado que olvidemos lo más que podamos de nuestra historia y raíces. Si Bukele pudiera invocar a Sioux o al ave del trueno de «Animales Fantásticos» para provocar una lluvia que, junto con una pócima mágica, hiciera que toda una nación olvidara de dónde viene, sin duda lo haría. Afortunadamente, en la vida real aún no contamos ni con Sioux ni con la pócima. Sin embargo, lo que sí tenemos es una amarga medicina que se traduce en políticas públicas y legislación que regulan nuestra vida, cultura e imaginario colectivo.
La memoria histórica es clave porque hoy resuenan voces que se disfrazan de defensores de la UES, pero en el pasado fueron quienes se encargaron de desmantelar el intento de democracia que existía en la U. Estos “defensores” también son parte de la problemática, hicieron sus propias argollas de poder, se enquistaron en las organizaciones estudiantiles buscando lucrarse de lo poco o mucho que tenía la universidad.
Hay otros que descaradamente han sido los culpables de la muerte de la UES, como es el caso del Frente Universitario Roque Dalton (FURD), una organización estudiantil histórica que, terminó siendo la ratonera de todos los parásitos que controlaban las decisiones de la universidad, protegían agresores sexuales, hombres que usaban el poder de la universidad para perpetuar la violencia contra las mujeres y hoy están en las instituciones del Gobierno inconstitucional de Bukele o en la Asamblea Legislativa trabajando con el oficialismo.
Pero hay que aferrarnos a la memoria para no olvidar a quienes buscan borrar la U, pero también para luchar y construir un alma mater que le pertenezca a las mayorías. Volvamos la mirada a ese centro de estudio que en el pasado fue un referente en la construcción de pensamiento crítico y científico. Hoy en día aún hay docentes que no se han vendido por unos pesos a la dictadura de Bukele, por eso es necesario la construcción de organización estudiantil.
No es cualquier cosa lo que ha muerto en estos dorados tiempo, la U fue uno de los espacios más importantes para la construcción de un ideal de sociedad libre y con iguales condiciones sociales, la única que le permitió a mujeres estudiar las ciencias, el lugar físico que guarda la memoria de cientos de estudiantes que ofertaron su vida por la utopía de la libertad y dignidad, no es justo que se la queden los mediocres que hicieron de la U su madriguera para consolidar sus pequeñas pandillas autoritarias disfrazadas de organizaciones estudiantiles, tampoco es justo que se la entreguemos a Bukele.
Me resistía a que me importara la U en medio de la crisis política y económica en la que vivimos, sin embargo, hace un par de días la visité y estar en ese lugar físico solo me provocó mucha nostalgia. Ya no es la misma. Tuve que pelear con una máquina y no con un ser humano para crear un debate que nos llevará a un acuerdo.
No es justo por todas las historias que tenemos, buenas o malas. Aquellas que nos atravesaron por la interminable burocracia de la U, la frustración de las aulas que casi nunca estaban en buen estado, pero también la alegría por las carreras que elegimos o nos quedamos, por cada una de las luchas internas que nos hizo crecer y ser mejores ciudadanas, por toda esa memoria del pasado y del presente no enterremos a la U.
Construyamos organización y resistencia para revivir a la Minerva, que Bukele no nos quite nuestra casa de estudios ni con una ley, ni con la falta de presupuesto y mucho menos con tomadores de decisiones cobardes que hoy están al frente de la Universidad de El Salvador, la única universidad pública de este país.