Rosa Elvira fue sepultada ayer, 4 de abril, no hubo tiempo de funerales, directamente de Medicina Legal fue llevada al cementerio de Santa Isabel Ishuatán, según expresaron compañeras de organización de Elvira, esta fue la decisión de la FGR. Hasta la fecha no hay información oficial por parte de las autoridades sobre los hallazgos de la autopsia que le fue practicada.
Por: Clanci Rosa, Eugenia Olán y Karen Sibrián
Con flores, globos y pancartas, Rosa Elvira fue despedida por sus compañeras de organización. Algunas venían de Cuisnahuat, otras de San Salvador, de San Julián, y de Santa Isabel Ishuatán, donde Rosa residía. El dolor se juntaba con la indignación, la rabia por una muerte que Rosa no merecía. Sus compañeras la describen como una mujer humilde, de corazón noble, colaboradora en su comunidad y un apoyo indispensable en su familia, estaba a cargo de cuidar a su madre de avanzada edad. Tenía seis hijos, cuatro fuera del país, que tuvieron que despedirse por una videollamada. Con la puesta del sol del jueves 4 de abril, Rosa se fue acompañada de una promesa de sus compañeras de lucha: no habrá descanso para las autoridades hasta que den con él o los culpables.
Rosa Elvira Flores era una defensora de derechos humanos de 47 años, vivía en el cantón Atiluya, ubicado en el distrito de Santa Isabel Ishuatán, en Sonsonate. Fue desaparecida el 19 de marzo en San Julián, del mismo departamento. De acuerdo con información proporcionada por la familia, Rosa salió, entre otras diligencias, a retirar una remesa. La última comunicación la tuvo con una de sus hijas y le informó que se encontraba en San Julián, iba a tomar un bus para regresar a su casa, en Santa Isabel Ishuatán. Pero nunca llegó.
Inmediatamente sus compañeras del Movimiento Salvadoreño de Mujeres (MSM) iniciaron la búsqueda. Colocaron una alerta en redes sociales, se comunicaron con Alerta Raquel para que las apoyara difundiendola, y así se inundaron las redes con el rostro de Rosa. Pasadas las 24 horas, hablaron con la familia para que acudiera a Fiscalía a poner la denuncia. Lo hicieron, pero la respuesta de la institución no fue la que esperaban. “Cuando fuimos a poner la denuncia nos dijeron que quizá se había ido con alguien”, comentó Martín, hermano de Rosa.
Esta frase cargada de estereotipo de género es recurrente cuando una mujer es desaparecida, se asume que ha huído con algún hombre y retrasa la búsqueda o la toma de la denuncia. Pero de acuerdo con el Protocolo de Acción Urgente (PAU) esto ya no debería de ocurrir. El principio seis del PAU “enfoque de género” establece que se evitarán acciones o manifestaciones estereotipadas en el manejo de los casos, así como cualquier tipo de actuaciones discriminatorias que restrinjan el acceso a la justicia o que limiten la eficacia de la búsqueda de la persona desaparecida.
Martín, además, dijo que la Fiscalía los despistó en la búsqueda, ya que les manifestó que Rosa “se encontraba bien, por conversaciones que se oían”. Por esta razón, tanto la familia como la organización pensaron que encontrarían a Rosa con vida.
“Al Estado le pedimos justicia porque no es posible que estos casos de femicidio como el que estamos viviendo nosotros como familia, queden impunes. Nosotros a veces nos preguntamos por qué el Estado dice que vivimos en un país seguro, pero se dan estos casos que los contradicen. Se contradice el Estado al no poner cartas en el asunto y yo pienso que como familia que somos, le exigimos al Estado que nos ayude a que esto se esclarezca y castigue a los culpables. No es posible que esto quede impune”, dijo Martín.
El cuerpo de Rosa fue entregado el 4 de abril, en San Salvador, por el Instituto de Medicina Legal (IML) a las 2: 00 p.m. Debía ser enterrado ese mismo día. No hubo tiempo para velar sus restos. Contrario a lo que todos y todas esperaban, los restos fueron entregados en un ataúd de unos 50 o 60 centímetros, similar al que se usa cuando se trata de un niño o una niña. Pues su cuerpo fue encontrado 9 días después de la desaparición, enterrado en un cañal, en el cantón Los Lagartos de San Julián y ya no se encontraba completo.
Ese día, 27 de marzo, la Policía Nacional Civil reportaba otro día con cero homicidios. El cuerpo fue entregado a la familia en un silencio ensordecedor de las autoridades, no hay comunicado, ni culpables capturados. En la comunidad existen hipótesis sobre los posibles motivos, pero prefieren no comentar. “Nos han dicho que podemos interferir la investigación”. Sin embargo, resuena el robo como uno de los móviles -ya que ella venía de retirar una remesa- además de su trabajo como defensora. “Son muchas las hipótesis, esperamos que las autoridades hagan su trabajo”, dijo una de las fuentes cercanas a la víctima.
El MSM tiene más de 35 años de trabajar en Santa Isabel Ishuatán, la consideran una zona que no ha tenido graves problemas de seguridad, por eso la muerte de Rosa ha consternado a la comunidad y ha impactado a las integrantes de la organización. Para Ana Cecilia Hernández, representante legal del MSM, la partida de Rosa significa la pérdida de una compañera, activista conocida y comprometida con la lucha.
“Su muerte nos ha dado un duro golpe a nosotras como defensoras de derechos humanos, como mujeres organizadas. No lo esperábamos, no pensábamos que una de las nuestras podía pasar por esto y ser víctima de un feminicidio y se da en medio de discursos de cero homicidios, por eso exigimos justicia”, expresó.
Una despedida para Rosa con la promesa de seguir exigiendo justicia
Desde las 3 de la tarde empezaron a reunirse las mujeres de diferentes municipios para recibirla. Ensayaron la canción Vivir sin miedo de la artista mexicana, Vivir Quintana, que se ha convertido en un himno feminista en contra de los feminicidios. Le hicieron cambios a la letra, incluyeron en los nombres de las víctimas de feminicidio a Rosa Elvira, a Fernanda Nájera y otras mujeres salvadoreñas que fueron asesinadas y sus muertes siguen impunes.
/Por todas las compas marchando en Chalchuapa
Por todas las morras peleando en Santa Ana
Por las comandantas luchando en San Julián
Por todas las madres buscando en Ishuatán/
/Cantamos sin miedo, pedimos justicia
Gritamos por cada desaparecida
Que resuene fuerte «¡nos queremos vivas!»
Que caiga con fuerza el feminicida/
/Yo todo lo incendio, yo todo lo rompo
Si un día algún fulano te apaga los ojos
Ya nada me calla, ya todo me sobra
Si tocan a una, respondemos todas/
/Soy Fernanda, soy Esther y soy Elvira
Soy Ingrid, soy Fabiola y soy Elvira
Soy la niña que subiste por la fuerza
Soy la madre que ahora llora por sus muertas
Y soy esta que te hará pagar las cuentas
¡Justicia, justicia, justicia!/
El vehículo que llevaba el cuerpo hacia el cementerio de Santa Isabel Ishuatán pasó en medio de un pasillo formado por dos filas de mujeres con rosas y pancartas en una esquina del parque de San Julián. Lo siguieron unos 10 vehículos con residentes de la comunidad y miembras de las organizaciones de mujeres.
“La presencia de tanta gente aquí da cuenta del amor que tantas personas tenían por Rosa”, dijo el pastor evangélico que dirigía la cristiana sepultura de Rosa. Mientras la familia lloraba su partida y buscaban consuelo en las palabras del religioso.
Ana Isabel López, directora ejecutiva del MSM, también dirigió unas palabras, y calificó la muerte de Rosa como abominable, “ella no merecía una muerte así, es nuestra hermana, nuestra compañera y esa gente debe pagar y vamos a exigir justicia, al igual que hemos exigido que se encontrara el cadáver y que nos lo entregaran (…) esto se tiene que esclarecer, tenemos que exigir justicia entre todos y todas”, dijo, instantes previos a iniciar con la sepultura.
“Miren las que conocimos a Rosa sabemos que era una mujer de un corazón noble, humilde, como mujeres de Santa Isabel y San Julián, del Movimiento Salvadoreño de Mujeres y de todo El Salvador exigimos justicia para Elvira y no vamos a parar hasta que el Estado responda, hasta que los culpables o el culpable paguen por este atroz asesinato. Invito a las compañeras a que nos unamos y cantemos este canto de apoyo para todas las mujeres de nuestro país, para las niñas, las adolescentes que día a día son desaparecidas en El Salvador” dijo una de las defensoras de de derechos humanos, antes de iniciar con la canción que previamente ensayaron, “Vivir sin miedo”.
Así, mientras el sol se ocultaba por completo, soltaron los globos y dieron un minuto de aplausos por Rosa, convencidas que no se va en silencio, porque ellas -las que buscan justicia- no se callarán hasta que los culpables paguen.