Foto/Cortesía
Por Sofía Guzmán
En el pueblo de mi papá, vivía Rosario, la panadera del barrio, tenía 26 años y junto a su hija Teresa recorrían todas las calles del pueblo con un canasto en la cabeza llenito de pan. Ambas vivían en una casa chiquita que poco a poco habían logrado construir, con lo que ganaban del día compraban los ingredientes para la venta del siguiente día y pagaban la escuela de Teresa.
Un día en la escuela se les dijo que tenían que llevar los materiales para hacer una manualidad por el día del padre. Todos y todas estaban emocionados con la llegada de ese día; pero Teresa no sentía la misma emoción pues su padre se había marchado desde que era apenas una niña y desde entonces sólo había crecido con su mamá.
Cuando salió de la escuela sus amigas la acompañaron hasta el callejón que la dirigía hacia su casa, mientras expresaban su emoción por el día que se aproximaba, Teresa caminaba en silencio y asentía con la cabeza. De pronto una compañera le dijo: “vos como vas a estar emocionada, si vos no tienes papá, no sabés lo que significa ser la princesa de papá”, Teresa se puso a llorar y se fue corriendo.
En esa ocasión, Teresa le dijo a su mamá que no podría acompañarla a vender, pues se sentía enferma, Rosario la abrazó y le contestó: “está bien hija, volveré pronto para cuidarte y hacerte un té”, le dio un beso en la mejilla y se marchó. Al anochecer, cuando Rosario llegó, le llevó su comida favorita, la llenó de besitos y juntas se fueron a dormir.
El día del padre había llegado, en la escuela organizaron un día especial entre padre e hijo o hija para que les entregaran los presentes. Mientras tanto, Teresa estaba sola sentada en una banca observando a su alrededor, escuchando las risas de sus compañeros y compañeras.
De repente, Rosario apareció, le tomó fuerte la mano y le preguntó: “¿Vamos a la cafetería por algo de comer?” Teresa sonrió y bajito respondió: ¡Sí!.
La hora de pasar al frente y entregar los regalos llegó, por el micrófono se escuchó el nombre de Teresa, con cara un poco pálida subió al escenario, le entregaron el micrófono y el presente para que ella lo pudiese dar. Mientras miraba a sus compañeros y compañeras con su padres, respiró, con sus manos tomó fuerte el micrófono y mencionó: yo no tengo que regalarle nada a alguien que desde muy pequeña no veo más, no sé qué es ser la “princesa de papá” como mis compañeras me han dicho y la verdad no me interesa, soy extremadamente feliz siendo guerrera como mi mamá por eso este regalo es para ella. Rosario subió velozmente las gradas y la abrazó con todas las fuerzas que tenía para darle, incluso se le salieron algunas lágrimas.
Cuando el evento terminó Teresa y Rosario salieron tomadas de la mano, dispuestas a vender todo el pan que llevaban en los canastos. Fue ahí cuando Teresa entendió que no necesitaba más amor que el que se tenían ellas dos.
Sofia Guzmán es feminista, egresada de la Licenciatura en Periodismo, directora de cine, creativa audiovisual, editora de video, community manager, experiencia en diferentes cargos de producciones audiovisual y escritora.
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