Fotografía/Reiny Ponce
Por Eukene Arana
En estos días pasados he podido compartir una experiencia de esas que te recuerdan que a pesar del esfuerzo y el sacrificio que supone ser política, merece la pena si contribuye a crear red, a generar un suelo común que sea de todas, para todas y que sostenga los derechos fundamentales para el desarrollo de nuestras vidas.
Estos días he estado en El Salvador con el Intergrupo sobre población, desarrollo y salud reproductiva. Durante una semana hemos podido conversar y reunirnos con organizaciones que defienden los derechos de las personas LGTBIQ+, con médicos, Gobierno, políticos de diferentes colores, ONU mujeres, organizaciones como la Colectiva Feminista y la Agrupación Ciudadana, que trabajan en la defensa de los derechos humanos y reproductivos de las mujeres, niñas y adolescentes y que además han sido unas grandes anfitrionas.
Los datos de El Salvador arrojan una realidad que habla de criminalización de mujeres cuando en sus vidas concurren varios ejes de opresión; la falta de recursos económicos y el hecho de ser niñas, estudiantes, adolescentes en un sistema que no protege sus derechos en general y los derechos sexuales y reproductivos en particular, en un sistema donde Fiscalía General de la República ha registrado en el último año 2,025 casos de niñas y adolescentes víctimas de violación.
Un sistema donde una de las tres primeras causas de morbilidad asociadas al embarazo en niñas y adolescentes es la derivada del aborto: 1,625 casos en 2017 según UNFPA. En un contexto como el salvadoreño donde el porcentaje de los embarazos adolescentes asciende al 26,3% (2018) es urgente y una cuestión de Estado y de justicia social tejer los lazos de solidaridad y denunciar las violencias institucionales que resultan en la criminalización de niñas y adolescentes.
Es una cuestión de derechos humanos fundamentales, de derechos de las mujeres sobre sus cuerpos y sobre su salud sexual y reproductiva, de protección de la infancia y de erradicación de las formas de violencia que el patriarcado nos impone por el hecho de ser mujeres.
Los testimonios de estos días han sido de una fuerza increíble, no puedo dejar de mencionar nuestra visita al Centro de detención menor de mujeres de Zacatecoluca donde pudimos tener un encuentro de intercambio y solidaridad con las mujeres presas injustamente por la penalización absoluta del aborto. Mujeres que en su mayoría tuvieron problemas obstétricos y que fueron criminalizadas y condenadas a penas de cárcel de entre 30 y 40 años.
En un país donde hay mujeres de primera y segunda categoría, donde la casualidad (dosis de ironía) condena a la cárcel solo a mujeres en situación de pobreza. Esta situación me recuerda a esos discursos de la iglesia y de la derecha que recorta los derechos de quienes no tienen plata para acudir a centros privados a ejercer sus derechos, lamentable y poco humano y ético.
Mujeres que a pesar de la vulneración de Derechos Humanos sufrida nos reciben con esperanza y regalándonos la mejor de sus sonrisas. Mujeres valientes que merecen que los “mandamases” de su país se dignen a visitarlas a la cárcel y las miren a la cara. Ellas piden a sus gobernantes “empatía y no apatía”.
Nos llevamos de este viaje mucha tarea a casa para seguir tejiendo la red internacional de denuncia y de solidaridad que nunca nos falla. La que nos une por un hilo feminista inquebrantable e imparable. Un hilo que nos conecta porque nos reconocemos en el acompañamiento y en el acuerpamiento de las compañeras, ese que te recuerda que no estamos solas, que somos muchas, millones, y que estamos repartidas por todo el mundo.
Tengo la sensación de que me llevo más aprendizajes, cuidados y acuerpamientos de los que yo he dado, son de esos viajes sin retorno que suponen un antes y un después en tu vida, personas que ya nunca saldrán de tu vida y emociones que te remueven y mueven para seguir luchando por el derecho de todas nosotras.
Ahora toca seguir trabajando, seguir denunciando las injusticias que sufren nuestras compañeras salvadoreñas, nicaragüenses, hondureñas… y seguir trabajando en esa tarea de red entre hermanas de denuncia y solidaridad.
Gracias por todo y recordar que no estáis solas, hermanas.
Eukena Arana es diputada en el Parlamento Vasco, feminista, graduada como maestra en Educación Primaria, ha trabajado como Técnica de publicidad y como Directora Comercial en artes gráficas.
Be the first to comment