El patriarcado de los compas


Por Mariana Moisa.

Un encuentro entre veteranas de guerra del FMLN de El Salvador y de las FARC de Colombia ocurrió en este país donde el neodictador y sus secuaces intentan borrar la memoria de nuestra historia reciente, al afirmar que “los Acuerdos de Paz fueron una farsa”, un país en el que muchxs excombatientes hoy son fanáticos de un presidente “facho y macho” con ínfulas de persona moderna (porque es bien tech) y de buenos valores, una imagen que en la era de la antiilustración resulta un éxito (Garcés, 2017, #7).

Yo, como muchas y muchos, romantizamos la lucha guerrillera, nos pesa la estética del guerrillero, una estética que ha contribuido a idealizar los cuerpos que lucharon, la lucha revolucionaria armada y los valores que se construyeron alrededor de esta estética[1]; porque en la construcción de estos valores los cuerpos son fundamentales, «el objeto y medio técnico más natural del hombre es el cuerpo» decía Marcel Mauss (Mauss, 1991, Pp. 337-342), así lo cita Andrea Lissett Pérez, antropóloga colombiana en su artículo “Los cuerpos de la Guerra. Análisis de los procesos de construcción corporal y subjetiva en los militantes”[2], una lectura recomendada sobre la relación del cuerpo como constructo social.

En ese escenario romántico e idealizado, las historias hechas canciones… la trova y sus melancólicas historias de amor romántico guerrillero, las historias de batallas y personas heróicas saturan la historia oral en las comunidades más combativas y organizadas de la posguerra, llenan las estanterías de bibliotecas libros que recogen memoria, pero en su mayoría, una memoria desde la masculinidad hegemónica, contando la versión masculina de la historia como si fuese la única.

Hace más de 16 años, tras unos meses de trabajar en la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local, descubrí que casi todas mis compañeras de oficina habían sido guerrilleras, sus historias eran bien distintas de lo que hasta ese momento había conocido, me sentía fascinada con sus historias de vida, pero estas iban cambiando aquella estética que hasta entonces conocía, porque la experiencia de esos cuerpos feminizados contaban otros matices, allí descubrí Mujeres Montaña y los demás libros que desde las guerrilleras, ahora feministas habían escrito.

Entendí que la historia me la habían contado los hombres.

Begoña Arandigoyen -Alba-

Begoña fue una brigadista internacionalista del País Vasco, fue asesinada en 1990 por el ejército salvadoreño a la edad de 24 años. Era médica. Según la versión oficial, murió a consecuencia del cruce de disparos. Sin embargo, la realidad fue otra: Alba fue herida y capturada con vida por los militares salvadoreños. Después, fue violada, torturada y ejecutada con un tiro en la nuca. La joven formaba parte del personal sanitario de aquella columna guerrillera que fue acribillada a tiros en los cafetales de las faldas del volcán de Santa Ana.

La historia de Begoña Arandigoyen -Alba- llegó a mí contada por un hombre embelesado con la imagen de una mujer tan valiente como los compas, sin miedo a nada, dispuesta a dar la vida por la lucha revolucionaria a la que se sumó, su relato se limitó a describir una suerte de acciones muy centrada en el sentido del héroe bañado con la estética del guerrillero. Tanto Begoña como otras guerrilleras tienen más que decir sobre lo que vivieron y lo que aportaron a las luchas revolucionarias, es urgente situar lo que los cuerpos feminizados viven en los conflictos armados y lo que estos cuerpos representan.

Para el encuentro de veteranas me pidieron que colaborara porque harían un reconocimiento póstumo para Marta y Begoña, ambas internacionalistas, volví  a leer sobre ellas y seguí encontrando la palabra masculina sobre la vivencia de estas mujeres; pero los debates durante el encuentro nuevamente me situaron sobre los cuerpos feminizados y sus experiencias, sobre cómo nos atraviesan las violencias y los mandatos de género, así estés en la montaña con un rifle a tu lado, las que combatieron, lucharon por los cambios sociales y se enfrentaron a las instituciones que oprimían al pueblo, pero ellas también batallaron en sus propias estructuras guerrilleras contra el patriarcado de los compas.

Al encuentro llegó una funcionaria del gobierno actual que participó en la guerra, cerró su presentación haciendo un llamado a todas las presentes: “dejen de sobar el pasado”, más que desafortunado (por no decir algo más) su comentario no ha podido ser, sobre todo en el contexto en el que dijo ¡semejante barbaridad!, y es que como dice Marina Garcés no es una fascinación con lo premoderno o una retropía (Bauman) sino un ejercicio de memoria, de comprensión del pasado para entenderse en el presente, un ejercicio de conciencia de género.

Me pregunto ¿por qué queremos borrar nuestro pasado si de allí somos?, eso nos constituye, he pensado sobre frases como “deja el pasado atrás” o como cantaba José José “ya lo pasado pasado, no me interesa”, se tiene una idea del pasado que no es muy saludable, creo que mirar nuestro pasado haciendo un ejercicio crítico y consciente nos puede dejar muchas enseñanzas de vida y la oportunidad de reconciliar con nuestra yo de antes.

Construir memoria viva es una manera de resistir y subvertir el orden que quiere imponer el Estado, las veteranas siguen resistiendo y yo con ellas.

[1] Kant se preocupa por los valores que implican los juicios estéticos porque cree que lo bello prepara a la gente para amar lo que es bueno. Disponible en: https://espanol.libretexts.org/Humanidades/Filosofia/Introducci%C3%B3n_a_la_Filosof%C3%ADa_(OpenStax)/08%3A_Teor%C3%ADa_del_Valor/8.05%3A_Est%C3%A9tica

[2] Pérez, Andrea L., Los cuerpos de la Guerra. Análisis de los procesos de construcción corporal y subjetiva en los militantes. Disponible en: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1657-80312017000100011

Referencias

Garcés, M. (2017). Nueva ilustración radical. Editorial Anagrama.