“Tengo la capacidad de amar el alma de una persona independientemente sea hombre o mujer” expresa Adry Bernal, una mujer bisexual, de 38 años y arquitecta de profesión.
En su infancia cultivó una bonita amistad con una de sus compañeras, quien tuvo que emigrar a Canadá. Su pérdida fue un duelo difícil para Adry puesto que le tenía un enorme cariño. Sin embargo, cuando creció comprendió que sentía amor por ella. Su adolescencia también estuvo marcada por cuestionamientos sobre sus amistades cercanas pero su vida siguió rigiéndose bajo los cánones de la sociedad. Se casó pero también atravesó un divorcio.
Adry siempre tuvo relaciones de pareja con hombres. Pero hace unos años fue descubriendo que sentía atracción por las mujeres, que hay otras formas de vivir la sexualidad y que “el mundo no es todo heterosexual”. Comprendió que la felicidad parte de auto aceptarse y eso la ha ayudado a aceptar la diversidad en todas sus formas. Se abrió a la experiencia de compartir y querer a otras mujeres.
Definirse como mujer bisexual trajo la pérdida de amistades, en su familia, quien profesa una religión, el tema sigue siendo un tabú pero silenciosamente aceptan su felicidad independientemente de la pareja que tenga. En su trabajo comenta que algunos lo toman “relajado” pero otras personas con distanciamiento.
Para Adry reconocerse bisexual es político, pues tener una postura respecto a la realidad que se vive garantiza que el futuro de sus hijos sea mejor, más inclusivo en un país más abierto.
La maternidad también ha sido un proceso de aprender y desaprender. Ella tiene que deconstruir lo que el sistema les enseña, pero lo ve como una oportunidad que ella no tuvo al estudiar en un colegio religioso. Considera que en este medio machista lo más deficiente es la afectividad, la salud psicológica, la salud sexual y reproductiva que son un derecho y que no debe ser negado. Confiesa “si a mis trece años hubiera entendido que pasaba conmigo, mi vida hubiera sido diferente pero no había educación sexual”.